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lunes, 29 de octubre de 2012

The Whatevers #2 y #3

Siguiendo con la historia...
Nunca más se habló de lo sucedido ese 24 de febrero.
En la familia hubo un antes y un después de esa fecha.
Hasta cuándo se podrá ocultar lo ocurrido...










El regalo

 Esa tarde, Magdalena estaba un poco aturdida.
Había encerrado en su memoria el momento en que su prima Lucía le había entragado un camafeo.
Las imágenes volvieron a su mente corriendo, una trás otra. De golpe se amontonaban recuerdos que concientemente quiso borrar.
Sin darse cuenta, había abierto aquel reloj enorme que de niña había usado como un  cofre en donde guardar ese regalo.
Comenzó a recordar las palabras de Lucía:-"Esto te pertenece, tiene tu nombre"
Al abrirlo se vió reflejada y un escalofrío recorrió su cuerpo infantil. Era ella, pero como una visión de su futuro. Era su nombre grabado en la pared interna del camafeo, junto con aquellas terribles palabras.
Nuevamente, el mismo frío se deslizó por su cuerpo. El paso del tiempo no había conseguido que olvidara esa sensación.
¿Por qué su foto se encontraba dentro de ese camafeo? ¿Quién era esa mujer en cuyo cabello brillaba la vida transcurrida?
En su cabeza rondaba la idea desde hacía tiempo. Ella debía hacer lo que Lucía y Pedro lograron ese jueves, pasar por la puerta para descubrir eso que muchos callaban.
Ya estaba decidida, buscaría verdades aunque eso significara ir contra toda la familia.
Apretó fuertemente el camefeo sobre su pecho. Subió corriendo las escaleras hasta su cuarto.
Debía encontrarse con Lucía, hacía tiempo que no la veía.


Como siempre

La tarde abría sus ojos como pequeños capullos en el campo. Desde temprano, Lucía estaba nerviosa.
Se encontraría con su prima Magdalena. Habían pasado casi cuatro años desde su último encuentro.
Las sensaciones se mezclaban, sentía alegría y curiosidad al mismo tiempo. Ansias de poder conversar con ella y ponerse al día con sus cosas, esas que habían quedado interrumpidas ese jueves.
Se dió cuenta que era el momento, en la sala la esperaban otros miembros de la familia y algunas amigas, que también deseaban encontrarse con ella.
Salieron caminando rápidamente, como si flotaran sobre el piso debido a la brisa primaveral.
Qué mejor que encontrarse en ese lugar donde de niñas veían pasar las nubes, imaginando entre sus formas lo que les depararía la vida, recostadas sobre la hierba.
Y allí estaban, las cuatro en es mágico lugar.
El abrazo fue infinito. Todo a su alrededor precía inmóvil. Silencio, mucho slencio...
Cuando lograron separarse las risas comenzaron a brotar. Risas de alegría, de reencuentro, de amistad y cariño que no se habían perdido con el paso del tiempo.
Y así las cuatro, mirándose, sin decir palabra. Sabiendo que esta tarde sería importate para el resto de sus vidas.
Magdalena sacó de su bolsillo el camafeo. Lo colcó sobre ua piedra.
Un silencio frío tiñó la tarde, las horas pasaron, simplemente pasaron.


sábado, 20 de octubre de 2012

The Whatevers #1

Por fin terminé el comienzo de mi historia. Cómo me gustó hacerlo!!!!
Y esta es la historia..

Secretos
Y ahí estaban sentados, uno al lado del otro, como siempre, como sería durante toda la vida.
¿Qué era lo que tanto atraía su atención?, ¿Qué era eso que los embrujaba y los llevaba a estar sentados ahí, uno al lado del otro frente a esa puerta?
Todas las tardes, a la hora de la siesta, corrían a ese banco y pasaban largas horas mirando, sólo mirando. Como si de alguna forma mágica pudieran traspasar con sus miradas esa gruesa y pesada puerta marrón.
Esa puerta que llevaba a no sabían qué lugar y que solo tenían claro que no podían abrir.
Lucía, mi abuela y su hermano Pedro, sentían que desde el otro lado, una fuerza enorme los llamaba.
Y todas las tardes así, esperando quizás el valor para abrirla. El valor para enfrentar quién sabe qué...para descubrir todo lo que la familia escondía y que no se animaban a decir.
¿Qué secretos encerraba esa puerta?. ¿Qué historias que eran mejor tener calladas rondaban la casa familiar?
Fue ese martes veinticuatro de febrero de mil novecientos tres, cuando todo cambió. Un pequeño pero atesorado elemento cayó como un regalo inesperado, en las manos de mi abuela.
Los dos se miraron, no hubo necesidad de decir nada. Comprendieron que ese era el momento de dejar de lado los miedos e ir trás la verdad.